miércoles, 5 de diciembre de 2012

Echar la caña por Lagos


Una muesca más que añadir a nuestro pequeño, de momento, historial de aventuras en Nigeria. Nos fuimos de pesca.

Ya habíamos oído a nuestros compañeros de oficina (mayores) que los viernes se iban de relax a pescar. Y nos entraba siempre la curiosidad. Así que este último viernes nos animamos y aquí está lo que pasó.

Ya en la oficina, a las 14:59 guardamos todos los archivos, apagamos ordenadores y oficialmente comenzaba nuestro fin de semana. Así que fuimos raudos a cambiar la indumentaria por una más adecuada y afín a la pesca. Chanclas, bañador y camiseta. ¡Ah! Y ¡que no se nos olviden las gafas de chulo playas!

Estamos preparados. Menos mal que vamos con los jefes y más compañeros, porque de esa guisa por la oficina poco duraríamos. Teníamos excusa y ellos iban con las mismas pintas. Metemos el traje en el coche (como podemos para que no se arrugue) y en marcha.



Y es prácticamente cruzar la calle y entrar en los muelles. Y yo que pensaba que me iba a ir a un malecón perdido a coger la barca. Entramos en una especie de explanada enorme (luego explicaré qué es) con mi gran enemigo acérrimo: la arena. Y conducía yo. Un escalofrío recorre mi espalda pero me sobrepongo a ello. No me creo ningún Sainz de la vida y además vamos varios coches en línea (donde van mis jefes) y no es plan de fliparse. Control.

Después de pasar un par de poblados (en serio, poblados dentro de Lagos) aparcamos el coche al lado de una torre semiderruida (no me extraño) y están dos barquitos de madera esperándonos. Tenemos la primera estampa de los que es el “puerto” de Lagos. No es el principal ni mucho menos, pero sí que se ven petroleros grandes. Vienen las primeras fotos.



La gente se empieza a poner nerviosa, sacan las cajas frigoríficas con las cervezas y las reparten entre los dos barquitos. Y ahora llega uno de los momentos clave. Repartirnos las barcas y las cañas.

¿Orden? Ninguno. Pilla lo que puedas.

Conclusión: Pablo, Juan Pablo (del consulado) y yo en una barca. El resto (jefes incluidos) en la otra. Un tema más escabroso son las cañas. Juan Pablo tiene una caña personal bastante buena, hilo resistente hasta nosecuantos kilos y carrete con nosequé especificaciones técnicas. Nuestro turno. Mi compañero Pablo fue más rápido y se cogió la caña con mejor pinta. Larga, resistente, buen anzuelo… Y a mí, pues me queda la caña de pescar de un güaje. Me las apañaré, que yo en otra vida fui marinero. De algo tiene que servir las horas con mi padre y hermanos (grandes momentos) en los acantilados de Llanes pescando (o intentándolo al menos).


Ya estamos en esa barca acompañados por dos nigerianos más. Uno que lleva el timón/motor y el otro que no sé exactamente cuál es su función, pero ahí está, ocupando un banco. Vamos a salir p’al mar, así que poneros estos chalecos. Trozos de caucho envueltos en tela y atados por cuerdas. Qué tranquilidad me da, oiga.

Y ahora comienza lo que me ha dado por llamar “el baile nigeriano”. Un hecho curioso, y es que da igual dónde estés (tienda, oficina, mar…) tienes que pasar una serie de trámites para llegar a tu meta (producto, contacto, pesca…). Estos trámites se llaman sobornos. O intento de ello al menos.



Ya nos habían avisado que, o pagas mil nairas (5€) o no sales a pescar. Porque consideran que Nigeria se acaba al acabar el puerto (falso, ¿dónde están las 12 millas náuticas que todo país tiene? (menos España en el estrecho vamos…)) y entonces te puedes ir del país sin que ellos tengan constancia de tu ida. Ahora resulta que se ponen a hacer un registro decente, cuando les conviene.

Pues este soborno esta pequeña propina, es por pagarles el favor que nos hacen de dejarnos salir del país para luego volver a entrar. Si es que en el fondo son unos buenazos.

Vamos a ello. La barca acelera (coño, coge bastante velocidad), y mientras voy dando botes en mi banco, intento hacer fotos y vídeos. He aquí el resultado.

 Juan Pablo dando una clase magistral de pesca a Pablo

Es entonces cuando vemos dos barcas quietas (lo que buenamente pueden) en mitad de ninguna parte. Simplemente están ahí. Nos dicen que es la policía. Pero no van uniformados. Se acerca nuestra barca  y pasamos lento entre ellas. Dicen algo incomprensible, pero nos hacemos los suecos y saludamos con la cabeza. Si y sonríe. Si y sonríe. Vengaaastaluego.

Primer paso del baile ejecutado.

Vamos a por el siguiente. Porque allí a unos escasos 30 metros hay otras dos barcas. ¿Más policías? ¿En serio? Yo no llevo el timón, así que por ahí vamos. Estamos haciendo un zigzag para salir del puerto. Qué pérdida de tiempo. Y exactamente lo mismo que el anterior. Si y sonríe. Si y sonríe. Vengaaastaluego.

Segundo paso ejecutado a la perfección. Nos vamos haciendo profesionales de esto.

Y como no podía ser de otra manera, volvemos a ir en zigzag hacia otras lanchas. Espera un momento. ¡Son las mismas que del principio! Nuestra indignación crece por momentos, y más la de Juan Pablo, que se opone totalmente a pagar nada. Nunca ha pagado dice, y nunca pagará. Él es perro viejo, sabe más. Le haremos caso pues.

Si y sonríe. Si y sonríe. Vengaaastaluego.

Tercer paso solventado. Pero espera, que ahora nos siguen. ¡Me gritan a mí! Dicen que no fotos no fotos que esto es la frontera, seguridad nacional o nosequé. ¿En serio? ¿Seguridad? ¿Frontera? Tenemos conceptos muy diferentes creo yo.

No pasa nada, escondo la cámara. Se largan. Sigo a lo mío.  Vengaaastaluego.

Entonces llega lo que sería el último paso. El clave. La pirueta mortal con doble salto hacia atrás. Esta sí que es la policía. Se ve el uniforme desde lejos y en la “barca” está escrito. Ahora sí. “Venga Pablo, afloja la pasta, paso de movidas”.

“¡Buenos días señores! ¿Van a pescar? ¡Espero que pesquen mucho! ¡Hasta luego!”

(Esta es la fantástica barca de la policía)

Atónitos. Sólo era un policía y bastante majo. Nos saluda, nos desea lo mejor, y sigue obcecado en su móvil. Nos ahorramos cinco euros. Vamossss.

También nos había avisado que a la vuelta la policía suele pararte para ver qué pescaste. Y si les gusta se inventan que es protegido y tienen que confiscarlo. Para que les proteja a ellos por lo visto… Sus estómagos más bien… Ahora cuadra la buena voluntad de ese policía.

Bueno, la barca vuelve a acelerar y ¡por fin! vamos a pescar. Venga, vamos a poner el cebo, porque si no, complicado. ¡Ah! Que ¿no hay cebo? Perfecto. Pero hay señuelos, ¡¡no está todo vendido señores!! Y como yo estoy en la cabeza de la barca, pues no llego bien a la repartición de los mismos. Así que de nuevo me toca el mejor: el señuelo de río. No pasa nada, los otros tienen señuelos estupendísimos y bonitísimos, pero yo sacaré pecho pescando en el mar como si fuera río. Para chulo yo.

Y aquí viene lo que me choca de primeras. La barca no para. Va siguiendo la línea de la costa. Ahora es cuando se supone que tiramos los anzuelos y a hacer pesca de arrastre (o como se llame). Yo tenía la idea feliz de que las dos barcas estarían juntas, quietecitas en el mar y de comentada. Nada de eso. Cada barca va por su lado y no se paran para nada. Ok, nos adaptaremos.

Así que una caña por cada lado de la barca y la tercera en discordia por el centro, por donde el motor. Dejamos ir los señuelos y comienza la diversión.

La primera anécdota del día la protagoniza Pablo. Justo después de dejar que el señuelo se vaya bastante lejos se da cuenta de un hecho importante. No tiene manivela para recoger sedal. Si al final va a ser que tengo la mejor caña.

Así que Pablo se arma de paciencia y recoge a mano todo el sedal que había dejado ir. Novato. Ya quedan dos cañas en la barca. Y mientras tanto hemos perdido de vista al otro barco. A su ritmo.

Pues es el momento de relajarse, dejarse llevar y disfrutar de las vistas. A un lado, la costa. Plagada de barcos encallado y oxidados. Parece algún cementerio naval, donde van los barcos a pasar sus últimos días antes de que alguien le dé alguna otra utilidad.



Al otro lado, la misma estampa que desde Lekki Beach, una cola interminable de barcos intentando colarse en el puerto de Apapa. Solo que esta vez están más cerca.


Las olas aquí también son respetables, y la barca, al chocar contra ellas, empapa el barco y, con él, a Pablo. También escogí el lado correcto para sentarme. Salen las cosas.

Y así vamos, paralelos a la costa, ida y vuelta. Una y otra vez.  Y ni un pez se digna a picar mi señuelo de rio. Hay que reconocer una cosa, y es que una vez pasado el momento de la novedad, la pesca deja de ser tan atractiva. Pero oye, estas en el mar, en Nigeria, pescando con una caña de cuasiniño y un señuelo de río. ¿Quién te iba a decir a ti hace un año que ibas a estar aquí? 

Nadie. Amazing.

Así que toca el momento postureo chulo  y a hacer fotos. Muchas fotos. Aquí algunos ejemplos:








Nos gustamos bastante, ¿eh?

¡Eh eh eh eh! ¡Que parece que pican! ¡He notado un tirón! No, espera, ya pasó… No, ¡espera! ¡Otro! ¡Voy a recoger!”

Y he aquí mi primera víctima:


Un alga en mi señuelo de río.

Y esto no sólo pasó una vez. No. La experiencia se repite. 

De repente suena el teléfono de Juan Pablo. “Oye verás, que como que vosotros tenéis las cervezas en vuestra nevera” ¡OooooOOoooOooooOooooooooohhhh! ¡¡La cerveza!! La tenemos nosotros!


De repente la pesca pasa a un segundo plano (pero sigo sosteniendo la caña fuertemente ojo, nunca se sabe) y a disfrutar de cervecita bien fresca, pescando, en la costa nigeriana, barcos encallados a un lado y sus sustitutos allá en la lontananza. Momento perfecto. Incluso Pablo, que estaba pasándolo un poco mal (los barcos y las mareas no son sus amigos, él es más de pesca submarina) se consigue recuperar. Y ni aún así pican.

No pasa nada. Tenemos cerveza. El otro barco no. Y ellos tampoco pescaron nada. Así que al menos nosotros salimos ganando.


Empieza a oscurecer y es el momento de volver a tierra firme. Así que con las manos vacías volvemos a ese mini puerto improvisado. Y esta vez sin el baile nigeriano. Qué casualidad oiga.

Os dejo aquí el link al vídeo de la aventura. Si os fijáis un poco, en el minuto 1:40 se puede ver como Pablo dice: "esto está bien" seguido de un "estoy un poco mareado" Pero el sonido es malísimo y se oye todo el rato el viento. A leer los labios se ha dicho.

http://www.youtube.com/watch?v=U_F-C4Gc0Go&feature=youtu.be

Nos tomamos otra cerveza. Esta vez todos. Y comentamos lo que sucede con toda la arena que vemos:




Todo esto es terreno ganado al mar. De aquí al 2015 se van a construir un montón de pisos y zonas residenciales. Dragan arena mar adentro y aquí la sueltan. Ya llevan casi dos kilómetro ganados al mar. Flipante.

Para que os hagáis una idea, esta es una captura de pantalla de mi móvil. La flecha azul soy yo. Y en ese momento estaba en tierra firme. Google, tienes que actualizar tus mapas.


Y para cerrar, una bonita estampa del atardecer nigeriano.

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