Una muesca más que añadir a
nuestro pequeño, de momento, historial de aventuras en Nigeria. Nos fuimos de
pesca.
Ya habíamos oído a nuestros
compañeros de oficina (mayores) que los viernes se iban de relax a pescar. Y
nos entraba siempre la curiosidad. Así que este último viernes nos animamos y
aquí está lo que pasó.
Ya en la oficina, a las 14:59
guardamos todos los archivos, apagamos ordenadores y oficialmente comenzaba
nuestro fin de semana. Así que fuimos raudos a cambiar la indumentaria por una
más adecuada y afín a la pesca. Chanclas, bañador y camiseta. ¡Ah! Y ¡que no se
nos olviden las gafas de chulo playas!
Estamos preparados. Menos mal que
vamos con los jefes y más compañeros, porque de esa guisa por la oficina poco
duraríamos. Teníamos excusa y ellos iban con las mismas pintas. Metemos el
traje en el coche (como podemos para que no se arrugue) y en marcha.
Y es prácticamente cruzar la
calle y entrar en los muelles. Y yo que pensaba que me iba a ir a un malecón
perdido a coger la barca. Entramos en una especie de explanada enorme (luego
explicaré qué es) con mi gran enemigo acérrimo: la arena. Y conducía yo. Un
escalofrío recorre mi espalda pero me sobrepongo a ello. No me creo ningún
Sainz de la vida y además vamos varios coches en línea (donde van mis jefes) y
no es plan de fliparse. Control.
Después de pasar un par de
poblados (en serio, poblados dentro de Lagos) aparcamos el coche al lado de una
torre semiderruida (no me extraño) y están dos barquitos de madera
esperándonos. Tenemos la primera estampa de los que es el “puerto” de Lagos. No
es el principal ni mucho menos, pero sí que se ven petroleros grandes. Vienen
las primeras fotos.
La gente se empieza a poner
nerviosa, sacan las cajas frigoríficas con las cervezas y las reparten entre
los dos barquitos. Y ahora llega uno de los momentos clave. Repartirnos las
barcas y las cañas.
¿Orden? Ninguno. Pilla lo que
puedas.
Conclusión: Pablo, Juan Pablo
(del consulado) y yo en una barca. El resto (jefes incluidos) en la otra. Un tema
más escabroso son las cañas. Juan Pablo tiene una caña personal bastante buena,
hilo resistente hasta nosecuantos kilos y carrete con nosequé especificaciones
técnicas. Nuestro turno. Mi compañero Pablo fue más rápido y se cogió la caña
con mejor pinta. Larga, resistente, buen anzuelo… Y a mí, pues me queda la caña
de pescar de un güaje. Me las apañaré, que yo en otra vida fui marinero. De
algo tiene que servir las horas con mi padre y hermanos (grandes momentos) en
los acantilados de Llanes pescando (o intentándolo al menos).
Ya estamos en esa barca acompañados por dos nigerianos más. Uno que lleva el timón/motor y el otro que no sé exactamente cuál es su función, pero ahí está, ocupando un banco. Vamos a salir p’al mar, así que poneros estos chalecos. Trozos de caucho envueltos en tela y atados por cuerdas. Qué tranquilidad me da, oiga.
Y ahora comienza lo que me ha
dado por llamar “el baile nigeriano”. Un hecho curioso, y es que da igual dónde
estés (tienda, oficina, mar…) tienes que pasar una serie de trámites para
llegar a tu meta (producto, contacto, pesca…). Estos trámites se llaman
sobornos. O intento de ello al menos.
Ya nos habían avisado que, o
pagas mil nairas (5€) o no sales a pescar. Porque consideran que Nigeria se
acaba al acabar el puerto (falso, ¿dónde están las 12 millas náuticas que todo
país tiene? (menos España en el estrecho vamos…)) y entonces te puedes ir del
país sin que ellos tengan constancia de tu ida. Ahora resulta que se ponen a
hacer un registro decente, cuando les conviene.
Pues este soborno esta
pequeña propina, es por pagarles el favor que nos hacen de dejarnos salir del
país para luego volver a entrar. Si es que en el fondo son unos buenazos.
Vamos a ello. La barca acelera
(coño, coge bastante velocidad), y mientras voy dando botes en mi banco,
intento hacer fotos y vídeos. He aquí el resultado.
Es entonces cuando vemos dos
barcas quietas (lo que buenamente pueden) en mitad de ninguna parte.
Simplemente están ahí. Nos dicen que es la policía. Pero no van uniformados. Se
acerca nuestra barca y pasamos lento
entre ellas. Dicen algo incomprensible, pero nos hacemos los suecos y saludamos
con la cabeza. Si y sonríe. Si y sonríe. Vengaaastaluego.
Primer paso del baile ejecutado.
Vamos a por el siguiente. Porque
allí a unos escasos 30 metros hay otras dos barcas. ¿Más policías? ¿En serio?
Yo no llevo el timón, así que por ahí vamos. Estamos haciendo un zigzag para
salir del puerto. Qué pérdida de tiempo. Y exactamente lo mismo que el
anterior. Si y sonríe. Si y sonríe. Vengaaastaluego.
Segundo paso ejecutado a la
perfección. Nos vamos haciendo profesionales de esto.
Y como no podía ser de otra
manera, volvemos a ir en zigzag hacia otras lanchas. Espera un momento. ¡Son
las mismas que del principio! Nuestra indignación crece por momentos, y más la
de Juan Pablo, que se opone totalmente a pagar nada. Nunca ha pagado dice, y
nunca pagará. Él es perro viejo, sabe más. Le haremos caso pues.
Si y sonríe. Si y sonríe.
Vengaaastaluego.
Tercer paso solventado. Pero
espera, que ahora nos siguen. ¡Me gritan a mí! Dicen que no fotos no fotos que
esto es la frontera, seguridad nacional o nosequé. ¿En serio? ¿Seguridad?
¿Frontera? Tenemos conceptos muy diferentes creo yo.
No pasa nada, escondo la cámara.
Se largan. Sigo a lo mío. Vengaaastaluego.
Entonces llega lo que sería el
último paso. El clave. La pirueta mortal con doble salto hacia atrás. Esta sí
que es la policía. Se ve el uniforme desde lejos y en la “barca” está escrito.
Ahora sí. “Venga Pablo, afloja la pasta, paso de movidas”.
“¡Buenos días señores! ¿Van a
pescar? ¡Espero que pesquen mucho! ¡Hasta luego!”
(Esta es la fantástica barca de la policía)
También nos había avisado que a
la vuelta la policía suele pararte para ver qué pescaste. Y si les gusta se
inventan que es protegido y tienen que confiscarlo. Para que les proteja a
ellos por lo visto… Sus estómagos más bien… Ahora cuadra la buena voluntad de
ese policía.
Bueno, la barca vuelve a acelerar
y ¡por fin! vamos a pescar. Venga, vamos a poner el cebo, porque si no,
complicado. ¡Ah! Que ¿no hay cebo? Perfecto. Pero hay señuelos, ¡¡no está todo
vendido señores!! Y como yo estoy en la cabeza de la barca, pues no llego bien
a la repartición de los mismos. Así que de nuevo me toca el mejor: el señuelo
de río. No pasa nada, los otros tienen señuelos estupendísimos y bonitísimos,
pero yo sacaré pecho pescando en el mar como si fuera río. Para chulo yo.
Y aquí viene lo que me choca de
primeras. La barca no para. Va siguiendo la línea de la costa. Ahora es cuando
se supone que tiramos los anzuelos y a hacer pesca de arrastre (o como se
llame). Yo tenía la idea feliz de que las dos barcas estarían juntas, quietecitas
en el mar y de comentada. Nada de eso. Cada barca va por su lado y no se paran
para nada. Ok, nos adaptaremos.
Así que una caña por cada lado de
la barca y la tercera en discordia por el centro, por donde el motor. Dejamos
ir los señuelos y comienza la diversión.
La primera anécdota del día la
protagoniza Pablo. Justo después de dejar que el señuelo se vaya bastante lejos
se da cuenta de un hecho importante. No tiene manivela para recoger sedal. Si
al final va a ser que tengo la mejor caña.
Así que Pablo se arma de
paciencia y recoge a mano todo el sedal que había dejado ir. Novato. Ya quedan
dos cañas en la barca. Y mientras tanto hemos perdido de vista al otro barco. A
su ritmo.
Pues es el momento de relajarse,
dejarse llevar y disfrutar de las vistas. A un lado, la costa. Plagada de
barcos encallado y oxidados. Parece algún cementerio naval, donde van los
barcos a pasar sus últimos días antes de que alguien le dé alguna otra
utilidad.
Al otro lado, la misma estampa
que desde Lekki Beach, una cola interminable de barcos intentando colarse en el
puerto de Apapa. Solo que esta vez están más cerca.
Las olas aquí también son
respetables, y la barca, al chocar contra ellas, empapa el barco y, con él, a
Pablo. También escogí el lado correcto para sentarme. Salen las cosas.
Y así vamos, paralelos a la
costa, ida y vuelta. Una y otra vez. Y
ni un pez se digna a picar mi señuelo de rio. Hay que reconocer una cosa, y es
que una vez pasado el momento de la novedad, la pesca deja de ser tan atractiva.
Pero oye, estas en el mar, en Nigeria, pescando con una caña de cuasiniño y un
señuelo de río. ¿Quién te iba a decir a ti hace un año que ibas a estar aquí?
Nadie. Amazing.
Así que toca el momento postureo
chulo y a hacer fotos. Muchas fotos.
Aquí algunos ejemplos:
Nos gustamos bastante, ¿eh?
¡Eh eh eh eh! ¡Que parece que
pican! ¡He notado un tirón! No, espera, ya pasó… No, ¡espera! ¡Otro! ¡Voy a
recoger!”
Y he aquí mi primera víctima:
Y esto no sólo pasó una vez. No.
La experiencia se repite.
De repente suena el teléfono de
Juan Pablo. “Oye verás, que como que vosotros tenéis las cervezas en vuestra
nevera” ¡OooooOOoooOooooOooooooooohhhh! ¡¡La cerveza!! La tenemos nosotros!
De repente la pesca pasa a un
segundo plano (pero sigo sosteniendo la caña fuertemente ojo, nunca se sabe) y
a disfrutar de cervecita bien fresca, pescando, en la costa nigeriana, barcos
encallados a un lado y sus sustitutos allá en la lontananza. Momento perfecto.
Incluso Pablo, que estaba pasándolo un poco mal (los barcos y las mareas no son
sus amigos, él es más de pesca submarina) se consigue recuperar. Y ni aún así
pican.
No pasa nada. Tenemos cerveza. El
otro barco no. Y ellos tampoco pescaron nada. Así que al menos nosotros salimos
ganando.
Empieza a oscurecer y es el
momento de volver a tierra firme. Así que con las manos vacías volvemos a ese
mini puerto improvisado. Y esta vez sin el baile nigeriano. Qué casualidad
oiga.
Os dejo aquí el link al vídeo de la aventura. Si os fijáis un poco, en el minuto 1:40 se puede ver como Pablo dice: "esto está bien" seguido de un "estoy un poco mareado" Pero el sonido es malísimo y se oye todo el rato el viento. A leer los labios se ha dicho.
http://www.youtube.com/watch?v=U_F-C4Gc0Go&feature=youtu.be
Os dejo aquí el link al vídeo de la aventura. Si os fijáis un poco, en el minuto 1:40 se puede ver como Pablo dice: "esto está bien" seguido de un "estoy un poco mareado" Pero el sonido es malísimo y se oye todo el rato el viento. A leer los labios se ha dicho.
http://www.youtube.com/watch?v=U_F-C4Gc0Go&feature=youtu.be
Nos tomamos otra cerveza. Esta
vez todos. Y comentamos lo que sucede con toda la arena que vemos:
Todo esto es terreno ganado al
mar. De aquí al 2015 se van a construir un montón de pisos y zonas
residenciales. Dragan arena mar adentro y aquí la sueltan. Ya llevan casi dos
kilómetro ganados al mar. Flipante.
Para que os hagáis una idea, esta
es una captura de pantalla de mi móvil. La flecha azul soy yo. Y en ese momento
estaba en tierra firme. Google, tienes que actualizar tus mapas.
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